Los diabéticos, con frecuencia, no presentan síntomas al principio de la diabetes, y es posible que no los tengan durante muchos años; se trata, por tanto, de una “enfermedad silenciosa”. En este artículo te voy a comentar algunos de los posibles síntomas que puede sufrir un enfermo de diabetes y que nos permitirán adelantarnos a su diagnóstico.
Los primeros síntomas que aparecen son los conocidos como “las tres P”: Poliuria (micción excesiva), Polidipsia (sed exagerada) y Polifagia (hambre exagerada).
– Poliuria y polidipsia: cuando se tiene diabetes, el riñón intenta eliminar el exceso de glucosa en sangre a través del aumento de la orina, provocando, para compensar esa pérdida, un aumento de sed. Al eliminar mucha orina, se produce una deshidratación de la piel y, por tanto, es frecuente que las personas diabéticas muestren mayor tendencia a la sequedad cutánea.
– Polifagia: al no poder aprovechar la glucosa de los alimentos debido a la falta de insulina, las células del organismo están faltas de energía. Para intentar conseguirla, el cerebro hace que aumente la sensación de hambre.
Otros síntomas que puedes notar al principio son pérdida de peso (esto ocurre porque el cuerpo, al no disponer de energía, intenta obtenerla del tejido muscular, que se reduce) y cansancio e irritabilidad (los problemas a la hora de transformar la glucosa en energía provoca que las personas con diabetes se sientan más fatigadas de lo normal).
En las personas ya diagnosticadas y tratadas con insulina el síntoma más común es la hipoglucemia, por el mal suministro de la insulina. Los síntomas provocados por esta hipoglucemia a corto plazo suelen ser leves: sudores, cansancio, ansiedad, mareo y/o temblores. Sin embargo, estos síntomas pueden agravarse e incluso provocar convulsiones, pérdida de conciencia o coma.
A largo plazo, las complicaciones que aparecen son consecuencia del progreso descontrolado de la enfermedad, y pueden darse problemas micro-vasculares (alteraciones de los pequeños vasos sanguíneos):
– La retinopatía diabética: es la complicación más común. Produce una alteración de la visión (se ve borroso o desenfocado) debido a que el cristalino absorbe un exceso de glucosa y agua. No tiene nada que ver con la necesidad de llevar gafas.
– La nefropatía diabética: cuando hay un continuo estado de hiperglucemia, los riñones se hacen débiles y dejan escapar por la orina las proteínas y la glucosa.
– La neuropatía diabética: hay un mal funcionamiento de los nervios periféricos y la sangre no pasa de forma correcta. Eso provoca falta de sensibilidad, percepción táctil incorrecta o dolor con mínimos roces en la piel, normalmente en manos y pies, y sobre todo por la noche. El exceso de glucosa reduce la capacidad del organismo de sanar heridas y combatir las infecciones de la piel: de ahí la aparición de úlceras. En las niñas, es frecuente sufrir infecciones vaginales por hongos. El famoso síntoma del pie del diabético es una complicación que suele aparecer a largo plazo. La falta de sensibilidad en los pies hace que el diabético no se dé cuenta de una herida; esa herida puede agravarse y, en los casos más graves, puede llegar a la temida gangrena, y ésta ser el motivo de una amputación.
Más a largo plazo pueden aparecer los problemas macro-vasculares (alteraciones de los grandes vasos sanguíneos), como las complicaciones cardiovasculares y la arteriosclerosis. Todas estas complicaciones llevan a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a señalar que la diabetes es una de las diez principales causas de muerte en todo el mundo.
Sin embargo, no puedes olvidar que, una vez diagnosticada la enfermedad, todos los síntomas son fácilmente tratables. Hoy en día, incluso, muchos se pueden prevenir. Lo más importante es hacerse una analítica para detectar una posible hiperglucemia (es la única forma de saberlo); recuerda que la mayor parte de los diabéticos no saben que lo son. No hay que perder calidad de vida por ser diabético, pero sí hay que cuidarse como deberíamos hacer todos: comer bien, no llevar una vida sedentaria y beber mucha agua.
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Fuentes bibliográficas:
Nutrición y salud publica. Lluís Serra y Javier Aranceta
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